jueves, 24 de mayo de 2012

Cine colombiano sin espectadores

En los últimos años la calidad y la cantidad de películas colombianas ha ascendido, pero no pasa lo mismo con su distribución y comercialización, pues tienen poco tiempo en cartelera dado que la batalla por la taquilla se la ganan las producciones internacionales, especialmente estadounidenses. Dos expertos en el tema hablan sobre las causas de este problema y las posibles soluciones para que el cine colombiano tenga más espectadores, sea rentable y pueda mejorar la industria a futuro.

Goles en paz


Por Óscar Felipe Agudelo


Goles en Paz es un programa distrital creado desde 1999 para ayudar a disminuir los niveles de violencia de los mal llamados barras bravas. 
Esta iniciativa distrital tiene sus defensores y opositores, los primeros afirman que la violencia dentro de los estadios ha disminuido, mientras que los detractores manifiestan que la violencia se traslado a las calles de los barrios pobres y que allí no hay ninguna autoridad que se preocupe por el comportamiento de los hinchas enfurecidos. 


Celebración del día de la afrocolombianidad

¿Librerías en crisis?

El 11 de mayo, a través de un comunicado, Andrés Hoyos, director de Biblos, manifestó el cierre de esta librería, una de las más tradicionales de Bogotá. Sin embargo, negocios dedicados a la venta de libros como La Madriguera del Conejo, Prólogo y Arteletra, han logrado sobrevivir a las malas temporadas.

Por. Sergio Silva


Aunque entonces no sabía leer, bastó con que Mauricio Lleras visitara por primera vez la librería Buchholz en Bogotá en los años cincuenta, para que décadas después tuviese el impulso de llamar a un buen amigo y le propusiera crear una. “Oiga, ¿nos quebramos?”, fue la frase con la que convenció al nuevo socio que, años más tarde, se retiraría del negocio al ver que el pronóstico con el que empezaron se hacía realidad.
Hoy, con el recuerdo intacto de ese día, en el que quedó deslumbrado con los grabados de Jasón y los argonautas, Lleras aún mantiene en pie Prólogo – Café y Libro, como decidió llamar a su librería, ubicada en un local en la calle 96 con 11A. Y pese a que hace tres años pensó en cerrarla, como sucedió con La caja de Herramientas, Fórum y, hace dos semanas, con Biblos, no sucumbió ante la necesidad de echar todo su esfuerzo por la borda, y sacó adelante un proyecto en un país cuyo índice de lectura es del 1,6%, según cifras de Cerlalc (Centro regional para el fomento del libro y en América Latina y el Caribe).

Aquella vez, Lleras renunció al cierre al ver que su local empezaba a convertirse en un punto de referencia para clientes y algunos escritores que iban a tomarse un café o a sentarse en una de las cinco mesas en las que, además, podían comerse un sándwich, un pastel o una ensalada. Las deudas que acumulaba y que le eran imposibles de pagar en el momento, las tenía, principalmente, con los grupos editoriales.

Al igual que Prólogo, la librería Biblos, que había sido fundada por Camila y Consuelo Gaitán hace poco más de veinte años, estaba al borde del cierre hace un mes. Para subsanar los problemas económicos, Andrés Hoyos, quien era el director, había hecho un convenio con el restaurante Crepes & Waffles, en un intento de crear un nuevo modelo de negocios que le diera un soporte económico. Pero pese a ello, a principios de mayo los usuarios dejaron de recibir los correos electrónicos que cada lunes les anunciaban las diferentes actividades culturales que se llevarían a cabo en el lugar. Los problemas financieros no dieron espera, y el 11 de este mes, Hoyos y su esposa, Rocío Arias, anunciaron el fin de la librería. (Vea el comunicado)

Al día siguiente del cierre, en una entrevista con la revista Semana, Hoyos afirmó que las editoriales, las mismas con las que Lleras había tenido inconvenientes, fueron, en gran parte, las culpables de su crisis. “Las editoriales entendieron de manera muy estricta nuestro problema financiero: si yo no pagaba a tiempo, no me apoyaban más y se llevaban los libros. Así es el negocio”, dijo. (Vea laentrevista con Semana)

Ese negocio, en el que no han sobrevivido muchas librerías por varios años, a diferencia de la Lerner y la Nacional, funciona de manera distinta a los otros establecimientos comerciales. Las editoriales les entregan obras a los libreros en condiciones de consignación, y éstos se comprometen a pagar después de un mes el inventario vendido, el cual dura en estantes y vitrinas alrededor de 180 días. Luego, si nadie los compró, los recogen.

Para Alberto Ramírez, director editorial de Random House Mondadori, el problema del director de Biblos no fueron las editoriales. “Puedo garantizar que no le estaban cobrando ningún libro que no hubiera vendido. Entonces, ¿cómo le puede echar la culpa a un editor? Eso no tiene mucho sentido. Él recibió ayuda, me consta”, expresó.

De igual forma piensa Alejandro Cadavid, director comercial de Ediciones Océano, para quien el verdadero problema fue el mal manejo de la librería y el traslado hacia la sede de Crepes & Waffles.

“Es que hubo bastantes compromisos, y la deuda fue creciendo. Pero no es culpa de las editoriales porque siempre lo apoyaron, hasta en el Festival de la revista El Malpensante”, dijo, por su parte, Ileana Bolívar de Ediciones Urano. Para ella, aunque es muy difícil sostener un negocio dedicado a la venta de libros, más aún cuando el gremio es tan desunido y las nuevas tecnologías son la competencia, hay excepciones que han logrado mantenerse y han capturado un nicho de lectores significativo. “Ejemplo de ello es La madriguera del Conejo”, afirmó Bolívar.

Y es que esta librería, ubicada en la carrera 11 con 85, ha conseguido posesionarse en un mercado de pocos compradores en los diez meses que lleva de vida. “Este siempre ha sido un mercado de minorías; y, al contrario del caos que pueden generar las propuestas digitales, siento que hay una mayor capacidad adquisitiva y hay mayor interés en adquirir libros”, dijo Édgar Blanco, librero de La madriguera, quien calificó como buena su relación con las editoriales. “La mayoría son flexibles con los pagos.

Es que los editores son consientes de que depende que a nosotros nos vaya bien para que a ellos también”, explicó Blanco en el pequeño local, cuyo nombre recuerda el primer capítulo de Alicia en el país de las maravillas.


Sin embargo Adriana Laganis, librera de Arteletra, ve esa relación de manera distinta. “En los nueve años que llevo he visto cerrar varias librerías y, lamentablemente, no siempre han respondido a las deudas con los distribuidores y editoriales. Eso ha generado que las que estamos vivas seamos permanentemente presionadas, casi perseguidas”, señaló Laganis, al tiempo que resaltó la falta de políticas uniformes y sanas para el gremio, pues, según ella, siempre se piensa en intereses particulares.  

Pero a pesar de esos conflictos, los grupos editoriales fueron los que ayudaron a Mauricio Lleras cuando estaba a punto de cerrar Prólogo. Él decidió reunirse con ellos para ponerlos al tanto de la situación. “Miré a quién le debía más plata y llamé a Planeta. Me reuní con ellos. Propuse algo y me presentaron otra cosa. Y, en realidad, fueron muy generosos conmigo, muy generosos. Hice lo mismo con Santillana y me dijeron: ‘no le entregamos novedades por un tiempo, pero cuente con nosotros’. Después llamé a los de Océano y Ricardo Arango me dijo: ‘sabe qué, págueme 50 mil pesos semanales, no se preocupe’, recuerda Lleras, quien gracias a esa oportunidad hoy continúa como librero de su negocio, que pronto será trasladado al lobby de un nuevo hotel en la calle 95 que dedicará este espacio a las artes.

Allí espera aumentar el margen de ganancias del 16% que tiene actualmente, para “no joderse si llega a estornudar”. Por ahora seguirá poniendo en práctica lo que varios años en el mercado le han enseñado para que las editoriales no se le lleven libros que él considera fundamentales tener. “Antes se me volaban unos ‘piedronones’, pero ahora juego un poquito con ellas: les mamo gallo, hablo con los encargados, les devuelvo textos que pido nuevamente y así. Hay que saber moverse”, dice Lleras.

Triatlón



Por: Sandra Castro, Andrés Quintero, Natalia Sarmiento, Johana Celedón, Maria Fernanda Rodriguez

Profesión de alta peligrosidad


Escolta, guardaespaldas e incluso hombre de protección o de seguridad es el término que se le da a un individuo capaz de defender y resguardar la vida de otro. Policías, militares y personas que no se encuentran vinculadas a algún ente del Estado que logren cumplir ciertos requisitos están en la capacidad de dedicarse a una profesión considerada de alta peligrosidad.

Por: Claudia Pinzón


En Bogotá, una ciudad con más de ocho millones de habitantes, existen más de nueve mil funcionarios públicos y privados que necesitan de la protección de un escolta. Hasta el año 2010 la cuenta era de 15.414 guardaespaldas que trabajaban para diferentes empresas e instituciones. Según datos de la Superintendencia de Vigilancia y Seguridad Privada en el país este tipo de servicios de seguridad, sumándole la de vigilancia, lleva más de 45 años.

Alberto León Parrado es sargento de la policía y lleva 10 años trabajando como hombre de seguridad en la Vicepresidencia y Presidencia de la República. Antes de ejercer esta profesión, trabajó para las operaciones especiales de la policía realizando allanamientos y acciones contraguerrilla en Bogotá. “Durante esos siete años con mi grupo realizamos varios operativos importantes tales como extraditar a más de 30 narcotraficantes y encargarnos de la seguridad de la Copa América”, asegura el Sargento León.

Ser parte del escuadrón de seguridad para la presidencia y vicepresidencia no es fácil, León explica que el entrenamiento que le brindaron fue por parte de la Embajada de los Estados Unidos, tuvo que viajar a Albuquerque en Nuevo México durante casi dos meses, tiempo en el cual aprendió diferentes técnicas de defensa, polígono, preparación física entre otros.

Las instituciones gubernamentales tales como la Policía Nacional y el Ejército Nacional de Colombia brindan a sus reclutas un entrenamiento más complejo y extenso. Sin embargo en Bogotá existen más de 200  escuelas y empresas de seguridad privada que ofrecen a personas que no llevan una carrera en alguna institución gubernamental, la oportunidad de tomar cursos de entrenamiento y capacitación en temas de seguridad, supervivencia, manejo de armas, etc. Los requisitos consisten en ser mayor de edad, tener cartón de bachiller,  tener situación militar definida entre otros. La persona que cumpla con los anteriores requerimientos puede realizar estos cursos, incluso mujeres. Es necesario aclarar que estas capacitaciones forman agentes de seguridad para trabajar con personas y empresas privadas que busquen este servicio.

Foto tomada por. Academia de Seguridad Colombiana
Los entrenamientos que reciben los miembros de la fuerza pública son más elaborados y estructurados. Cada personaje que vaya a ser custodiado debe pasar por un estudio para medir su nivel de riesgo, dependiendo de los resultados se decide si el personaje necesita uno o varios anillos de seguridad para protegerlo. Esta formación consta de cuatro agentes, siendo el jefe de seguridad el más importante en el momento de que exista alguna amenaza contra el “protegido”, ya que debe tener todo un plan de evacuación y así salvar la vida del personaje. Es importante saber que estos hombres tienen mucho coraje y valor, además han sido entrenados desde que entran a las instituciones para proteger y dar la vida por el otro. “Mi ética desde que comencé a trabajar para la policía es defender individuos y bienes dando hasta la vida misma”, agrega el Sargento Arguello, jefe de seguridad del Ministro de Minas y Energía, Mauricio Cárdenas.

Para que algún miembro de la institución policial llegue a convertirse en hombre de seguridad, es necesario que tenga ciertos requisitos: primero no haber tenido sanciones, que la persona lleve más de dos años trabajando para la Policía, debe pasar por una prueba de polígrafo y finalmente es primordial tener la recomendación de un coronel u otro miembro con alto rango en la institución.

El Sargento León es uno de los pocos jefes de seguridad que ha continuado trabajando para la Presidencia de la República ya que ha pasado todas las pruebas de polígrafo que le hacen eventualmente a todos los miembros de seguridad, también él asegura que ha sido por suerte. “Antes de vincularme allí, yo había acabado de terminar un entrenamiento como enfermero de combate y precisamente por esa época Álvaro Uribe estaba postulando su candidatura a la presidencia y fue víctima de un atentado en Barranquilla, inmediatamente me llamaron y pidieron mi colaboración como recién graduado de enfermero. Luego me dejaron a cargo de una camioneta blindada para transportar en caravana al ex vicepresidente Francisco Santos, mi coronel al mando después me recomendó y finalmente me quedé trabajando para ellos”, narra el Sargento León.

Las armas utilizadas por estos personajes varían según la importancia de la persona a la cual se está protegiendo. El jefe de seguridad del Ministro de Minas explica que él y todos sus compañeros únicamente utilizan pistolas nueve milímetros marca Sig-Sauer de corto alcance. En la Presidencia de la República utilizan estas mismas armas, sin embargo como el grupo de seguridad también está conformado por militares, estos utilizan otro tipo de armamento mucho más grande y de largo alcance.

Las empresas aseguradoras al ver el alto nivel de riesgo que corren estos hombres a la hora de ejercer esta profesión no les brindan una póliza de seguro. Sin embargo en las instituciones como la Policía están en la obligación de pagar el seguro de estos hombres que día a día deben enfrentar sus miembros de seguridad. “Es una profesión difícil, sin embargo en otras seccionales de la institución también se puede correr el mismo riesgo”, argumenta el Sargento Arguello, un hombre de 38 años que lleva más 20 años trabajando para la Policía nueve de los cuales ha ejercido como hombre de protección. Antes de tomar el puesto de jefe de seguridad del ministro de minas, Arguello trabajó como policía judicial en el grupo de delitos especiales, “usted no sabe qué puede pasar, ya sea trabajando como hombre de seguridad o como policía judicial”, dice el Sargento.

Cursos de actualización, pruebas paulatinas de polígrafo y alguno que otro reconocimiento reciben estos hombres que arriesgan su vida por otra persona sin titubear. El sueldo que varía entre tres y cinco millones es el pago que reciben estos personajes que todos los días trabajan por la seguridad y protección de un individuo. “Mi intención al ejercer esta profesión es descartar desenlaces fatales y neutralizar cualquier comportamiento violento”, argumenta el Sargento Arguello.