Actualidad Extéreo
viernes, 1 de junio de 2012
jueves, 24 de mayo de 2012
Cine colombiano sin espectadores
En los últimos años la calidad y la cantidad de películas colombianas ha ascendido, pero no pasa lo mismo con su distribución y comercialización, pues tienen poco tiempo en cartelera dado que la batalla por la taquilla se la ganan las producciones internacionales, especialmente estadounidenses. Dos expertos en el tema hablan sobre las causas de este problema y las posibles soluciones para que el cine colombiano tenga más espectadores, sea rentable y pueda mejorar la industria a futuro.
Goles en paz
Por Óscar Felipe Agudelo
Goles en Paz es un programa distrital creado desde 1999 para ayudar a disminuir los niveles de violencia de los mal llamados barras bravas.
Esta iniciativa distrital tiene sus defensores y opositores, los primeros afirman que la violencia dentro de los estadios ha disminuido, mientras que los detractores manifiestan que la violencia se traslado a las calles de los barrios pobres y que allí no hay ninguna autoridad que se preocupe por el comportamiento de los hinchas enfurecidos.
¿Librerías en crisis?
El 11 de mayo, a través de un
comunicado, Andrés Hoyos, director de Biblos, manifestó el cierre de esta
librería, una de las más tradicionales de Bogotá. Sin embargo, negocios
dedicados a la venta de libros como La Madriguera del Conejo, Prólogo y
Arteletra, han logrado sobrevivir a las malas temporadas.
Por. Sergio Silva
Hoy,
con el recuerdo intacto de ese día, en el que quedó deslumbrado con los
grabados de Jasón y los argonautas, Lleras
aún mantiene en pie Prólogo – Café y Libro, como decidió llamar a su librería,
ubicada en un local en la calle 96 con 11A. Y pese a que hace tres años pensó
en cerrarla, como sucedió con La caja de Herramientas, Fórum y, hace dos semanas,
con Biblos, no sucumbió ante la necesidad de echar todo su esfuerzo por la
borda, y sacó adelante un proyecto en un país cuyo índice de lectura es del 1,6%,
según cifras de Cerlalc (Centro regional para el fomento del libro y en América
Latina y el Caribe).
Por. Sergio Silva
Aunque
entonces no sabía leer, bastó con que Mauricio Lleras visitara por primera vez
la librería Buchholz en Bogotá en los
años cincuenta, para que décadas después tuviese el impulso de llamar a un buen
amigo y le propusiera crear una. “Oiga, ¿nos quebramos?”, fue la frase con la
que convenció al nuevo socio que, años más tarde, se retiraría del negocio al
ver que el pronóstico con el que empezaron se hacía realidad.
Aquella
vez, Lleras renunció al cierre al ver que su local empezaba a convertirse en un
punto de referencia para clientes y algunos escritores que iban a tomarse un
café o a sentarse en una de las cinco mesas en las que, además, podían comerse
un sándwich, un pastel o una ensalada. Las deudas que acumulaba y que le eran
imposibles de pagar en el momento, las tenía, principalmente, con los grupos
editoriales.
Al
igual que Prólogo, la librería Biblos, que había sido fundada por Camila y
Consuelo Gaitán hace poco más de veinte años, estaba al borde del cierre hace
un mes. Para subsanar los problemas económicos, Andrés Hoyos, quien era el
director, había hecho un convenio con el restaurante Crepes & Waffles, en
un intento de crear un nuevo modelo de negocios que le diera un soporte
económico. Pero pese a ello, a principios de mayo los usuarios dejaron de
recibir los correos electrónicos que cada lunes les anunciaban las diferentes
actividades culturales que se llevarían a cabo en el lugar. Los problemas financieros
no dieron espera, y el 11 de este mes, Hoyos y su esposa, Rocío Arias,
anunciaron el fin de la librería. (Vea el
comunicado)
Al
día siguiente del cierre, en una entrevista con la revista Semana, Hoyos afirmó que
las editoriales, las mismas con las que Lleras había tenido inconvenientes,
fueron, en gran parte, las culpables de su crisis. “Las editoriales entendieron
de manera muy estricta nuestro problema financiero: si yo no pagaba a tiempo,
no me apoyaban más y se llevaban los libros. Así es el negocio”, dijo. (Vea laentrevista con Semana)
Ese
negocio, en el que no han sobrevivido muchas librerías por varios años, a
diferencia de la Lerner y la Nacional, funciona de manera distinta a los otros
establecimientos comerciales. Las editoriales les entregan obras a los libreros
en condiciones de consignación, y éstos se comprometen a pagar después de un
mes el inventario vendido, el cual dura en estantes y vitrinas alrededor de 180
días. Luego, si nadie los compró, los recogen.
Para
Alberto Ramírez, director editorial de Random House Mondadori, el problema del
director de Biblos no fueron las editoriales. “Puedo garantizar que no le
estaban cobrando ningún libro que no hubiera vendido. Entonces, ¿cómo le puede
echar la culpa a un editor? Eso no tiene mucho sentido. Él recibió ayuda, me
consta”, expresó.
De
igual forma piensa Alejandro Cadavid, director comercial de Ediciones Océano,
para quien el verdadero problema fue el mal manejo de la librería y el traslado
hacia la sede de Crepes & Waffles.
“Es
que hubo bastantes compromisos, y la deuda fue creciendo. Pero no es culpa de
las editoriales porque siempre lo apoyaron, hasta en el Festival de la revista
El Malpensante”, dijo, por su parte, Ileana Bolívar de Ediciones Urano. Para ella,
aunque es muy difícil sostener un negocio dedicado a la venta de libros, más
aún cuando el gremio es tan desunido y las nuevas tecnologías son la
competencia, hay excepciones que han logrado mantenerse y han capturado un
nicho de lectores significativo. “Ejemplo de ello es La madriguera del Conejo”,
afirmó Bolívar.
Y
es que esta librería, ubicada en la carrera 11 con 85, ha conseguido posesionarse
en un mercado de pocos compradores en los diez meses que lleva de vida. “Este
siempre ha sido un mercado de minorías; y, al contrario del caos que pueden
generar las propuestas digitales, siento que hay una mayor capacidad
adquisitiva y hay mayor interés en adquirir libros”, dijo Édgar Blanco, librero
de La madriguera, quien calificó como buena su relación con las editoriales.
“La mayoría son flexibles con los pagos.
Es que los editores son consientes de
que depende que a nosotros nos vaya bien para que a ellos también”, explicó
Blanco en el pequeño local, cuyo nombre recuerda el primer capítulo de Alicia
en el país de las maravillas.
Sin
embargo Adriana Laganis, librera de
Arteletra, ve esa relación de manera distinta. “En los nueve años que llevo he visto
cerrar varias librerías y, lamentablemente, no siempre han respondido a las
deudas con los distribuidores y editoriales. Eso ha generado que las que
estamos vivas seamos permanentemente presionadas, casi perseguidas”, señaló
Laganis, al tiempo que resaltó la falta de políticas uniformes y sanas para el
gremio, pues, según ella, siempre se piensa en intereses particulares.
Pero
a pesar de esos conflictos, los grupos editoriales fueron los que ayudaron a Mauricio
Lleras cuando estaba a punto de cerrar Prólogo. Él decidió reunirse con ellos para
ponerlos al tanto de la situación. “Miré a quién le debía más plata y llamé a
Planeta. Me reuní con ellos. Propuse algo y me presentaron otra cosa. Y, en
realidad, fueron muy generosos conmigo, muy generosos. Hice lo mismo con
Santillana y me dijeron: ‘no le entregamos novedades por un tiempo, pero cuente
con nosotros’. Después llamé a los de Océano y Ricardo Arango me dijo: ‘sabe
qué, págueme 50 mil pesos semanales, no se preocupe’, recuerda Lleras, quien
gracias a esa oportunidad hoy continúa como librero de su negocio, que pronto
será trasladado al lobby de un nuevo hotel en la calle 95 que dedicará este
espacio a las artes.
Allí
espera aumentar el margen de ganancias del 16% que tiene actualmente, para “no
joderse si llega a estornudar”. Por ahora seguirá poniendo en práctica lo que
varios años en el mercado le han enseñado para que las editoriales no se le
lleven libros que él considera fundamentales tener. “Antes se me volaban unos ‘piedronones’,
pero ahora juego un poquito con ellas: les mamo gallo, hablo con los
encargados, les devuelvo textos que pido nuevamente y así. Hay que saber
moverse”, dice Lleras.
Triatlón
Por: Sandra Castro, Andrés Quintero, Natalia Sarmiento, Johana Celedón, Maria Fernanda Rodriguez
Profesión de alta peligrosidad
Escolta, guardaespaldas e incluso hombre de
protección o de seguridad es el término que se le da a un individuo capaz de
defender y resguardar la vida de otro. Policías, militares y personas que no se
encuentran vinculadas a algún ente del Estado que logren cumplir ciertos
requisitos están en la capacidad de dedicarse a una profesión considerada de
alta peligrosidad.
Por: Claudia Pinzón
En Bogotá, una
ciudad con más de ocho millones de habitantes, existen más de nueve mil
funcionarios públicos y privados que necesitan de la protección de un escolta. Hasta el año 2010 la cuenta era de 15.414 guardaespaldas que
trabajaban para diferentes empresas e instituciones. Según datos de la
Superintendencia de Vigilancia y Seguridad Privada en el país este tipo de
servicios de seguridad, sumándole la de vigilancia, lleva más de 45 años.
Alberto León
Parrado es sargento de la policía y lleva 10 años trabajando como hombre de seguridad
en la Vicepresidencia y Presidencia de la República. Antes de ejercer esta
profesión, trabajó para las operaciones especiales de la policía realizando
allanamientos y acciones contraguerrilla en Bogotá. “Durante esos siete años
con mi grupo realizamos varios operativos importantes tales como extraditar a más
de 30 narcotraficantes y encargarnos de la seguridad de la Copa América”,
asegura el Sargento León.
Ser parte del
escuadrón de seguridad para la presidencia y vicepresidencia no es fácil, León
explica que el entrenamiento que le brindaron fue por parte de la Embajada de
los Estados Unidos, tuvo que viajar a Albuquerque en Nuevo México durante casi
dos meses, tiempo en el cual aprendió diferentes técnicas de defensa, polígono,
preparación física entre otros.
Las
instituciones gubernamentales tales como la Policía Nacional y el Ejército
Nacional de Colombia brindan a sus reclutas un entrenamiento más complejo y
extenso. Sin embargo en Bogotá existen más de 200 escuelas y empresas de seguridad privada que
ofrecen a personas que no llevan una carrera en alguna institución
gubernamental, la oportunidad de tomar cursos de entrenamiento y capacitación
en temas de seguridad, supervivencia, manejo de armas, etc. Los requisitos
consisten en ser mayor de edad, tener cartón de bachiller, tener situación militar definida entre otros.
La persona que cumpla con los anteriores requerimientos puede realizar estos
cursos, incluso mujeres. Es necesario aclarar que estas capacitaciones forman
agentes de seguridad para trabajar con personas y empresas privadas que busquen
este servicio.
Foto tomada por. Academia de Seguridad Colombiana |
Los
entrenamientos que reciben los miembros de la fuerza pública son más elaborados
y estructurados. Cada personaje que vaya a ser custodiado debe pasar por un
estudio para medir su nivel de riesgo, dependiendo de los resultados se decide
si el personaje necesita uno o varios anillos de seguridad para protegerlo.
Esta formación consta de cuatro agentes, siendo el jefe de seguridad el más
importante en el momento de que exista alguna amenaza contra el “protegido”, ya
que debe tener todo un plan de evacuación y así salvar la vida del personaje.
Es importante saber que estos hombres tienen mucho coraje y valor, además han
sido entrenados desde que entran a las instituciones para proteger y dar la
vida por el otro. “Mi ética desde que comencé a trabajar para la policía es
defender individuos y bienes dando hasta la vida misma”, agrega el Sargento
Arguello, jefe de seguridad del Ministro de Minas y Energía, Mauricio Cárdenas.
Para que algún
miembro de la institución policial llegue a convertirse en hombre de seguridad,
es necesario que tenga ciertos requisitos: primero no haber tenido sanciones,
que la persona lleve más de dos años trabajando para la Policía, debe pasar por
una prueba de polígrafo y finalmente es primordial tener la recomendación de un
coronel u otro miembro con alto rango en la institución.
El Sargento León
es uno de los pocos jefes de seguridad que ha continuado trabajando para la
Presidencia de la República ya que ha pasado todas las pruebas de polígrafo que
le hacen eventualmente a todos los miembros de seguridad, también él asegura
que ha sido por suerte. “Antes de vincularme allí, yo había acabado de terminar
un entrenamiento como enfermero de combate y precisamente por esa época Álvaro
Uribe estaba postulando su candidatura a la presidencia y fue víctima de un
atentado en Barranquilla, inmediatamente me llamaron y pidieron mi colaboración
como recién graduado de enfermero. Luego me dejaron a cargo de una camioneta
blindada para transportar en caravana al ex vicepresidente Francisco Santos, mi
coronel al mando después me recomendó y finalmente me quedé trabajando para
ellos”, narra el Sargento León.
Las armas
utilizadas por estos personajes varían según la importancia de la persona a la
cual se está protegiendo. El jefe de seguridad del Ministro de Minas explica que
él y todos sus compañeros únicamente utilizan pistolas nueve milímetros marca
Sig-Sauer de corto alcance. En la Presidencia de la República utilizan estas
mismas armas, sin embargo como el grupo de seguridad también está conformado
por militares, estos utilizan otro tipo de armamento mucho más grande y de
largo alcance.
Las empresas
aseguradoras al ver el alto nivel de riesgo que corren estos hombres a la hora
de ejercer esta profesión no les brindan una póliza de seguro. Sin embargo en
las instituciones como la Policía están en la obligación de pagar el seguro de
estos hombres que día a día deben enfrentar sus miembros de seguridad. “Es una
profesión difícil, sin embargo en otras seccionales de la institución también
se puede correr el mismo riesgo”, argumenta el Sargento Arguello, un hombre de
38 años que lleva más 20 años trabajando para la Policía nueve de los cuales ha
ejercido como hombre de protección. Antes de tomar el puesto de jefe de
seguridad del ministro de minas, Arguello trabajó como policía judicial en el
grupo de delitos especiales, “usted no sabe qué puede pasar, ya sea trabajando
como hombre de seguridad o como policía judicial”, dice el Sargento.
Cursos de
actualización, pruebas paulatinas de polígrafo y alguno que otro reconocimiento
reciben estos hombres que arriesgan su vida por otra persona sin titubear. El
sueldo que varía entre tres y cinco millones es el pago que reciben estos personajes
que todos los días trabajan por la seguridad y protección de un individuo. “Mi
intención al ejercer esta profesión es descartar desenlaces fatales y
neutralizar cualquier comportamiento violento”, argumenta el Sargento Arguello.
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