La bolera lleva en funcionamiento 71 años, convirtiéndola en la más antigua de Latinoamérica. |
Los 71 años de
funcionamiento de la bolera San Francisco han convertido a este lugar en el más
antiguo de Latinoamérica y en uno de los pocos que no poseen un sistema
automatizado en Bogotá. En este sitio aún existe el “chinomatic”, un hombre
detrás de la pista que se encarga de recoger los bolos y ubicarlos correctamente
para una nueva línea. Toda una novedad en estos tiempos cuando las cosas se
resuelven con alta tecnología.
Bolos San francisco está
ubicado en la avenida Jiménez con sexta, en el sótano de una casa antigua pero
conservada, por esta razón este lugar puede pasar desapercibido, pues de la vivienda
sobresale una venta de empanadas que no permite imaginarse que bajando las
escaleras, ubicadas a la izquierda del negocio, se encuentra un patrimonio
cultural de Bogotá.
El estudiante de la
Universidad de Los Andes y cliente de la
bolera, Emilio Corrales, pasa su tiempo libre en medio de los pines y las bolas
y cuenta que acude a este lugar porque logra entretenerse mientras se entera de
varias anécdotas contadas por los antiguos y fieles clientes de este sitio.
“Acá huele a historia, los hombres de sombrero y paraguas entre línea y línea
reviven grandes momentos de sus épocas”, cuenta Emilio. Las anécdotas que más
le apasionan a Emilio son las que hablan sobre Jorge Eliecer Gaitán, quien
según cuentan sus contemporáneos, iba a jugar bolos en este sitio.
Iván Darío Ortiz, jugador
profesional y actual administrador de la bolera, dijo que en este lugar se
reunían los periodistas a tratar hechos de actualidad y a discutir sobre los temas
coyunturales de la época. Nombres como Pacheco, Santos, entre otros importantes
comunicadores, llenaban las planillas de las líneas de juego. También señaló
que en estas viejas mesas de madera rústica los periodistas que frecuentaban el
lugar fundaron el Círculo de Periodistas de Bogotá.
Desde luego este sitio
no cuenta con pistas electro magnetizadas, ni con un sistema de recolección de bolos automático, mucho menos con el tablero
digital que suma los puntos por inercia, pero éste sí narra en sus paredes la historia.
En el húmedo sótano, los clientes disfrutan de la historia entre pines y moñonas. |
La humedad por ser un
terreno subterráneo ha causado algunas grietas en la estructura que han tratado
de ser cubiertas por recortes de periódicos que hablan de sucesos muy importantes
a lo largo de estos años de funcionamiento de la bolera.
Pese a la competencia a
la que se ve desafiado el sótano San Francisco frente a las sofisticadas y
automatizadas boleras, la clientela sigue acudiendo allí con gran frecuencia. El
viernes a partir de las 3 p.m. los clientes y jugadores deben esperar su turno
para tumbar los pines, debido a que desde esa hora comienza el tráfico de
estudiantes, ejecutivos, extranjeros y enamorados que al ritmo de la rockola
que deja sonar rancheras, vallenatos, rock en español y bajo el calor contrastado
por unas cervezas disfrutan la espera por su momento frente a las pistas de la
bolera.
De lunes a miércoles no
es muy concurrido el lugar, la mayoría de clientes son estudiantes de universidades
que haciendo uso de su carné estudiantil pagan cinco mil pesos por los zapatos
y la línea de juego. Los jugadores que no portan dicho carné deben cancelar
seis mil pesos por el servicio.
Al ritmo de una vieja
“rockola” y en medio de las paredes penetradas por la humedad del local subterráneo,
los “chinomatic” recogen y organizan pines, mientras los habitantes y
visitantes de Bogotá se deleitan con una sobredosis de historia material e
inmaterial que reposa en este lugar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario